Un abrazo y hasta siempre

Hace un par de días nos dejo para siempre mi abuela Pepa. 87 años de vida con muchas historias y circunstancias que marcaron para siempre el destino de los suyos. Andaluza de nacimiento, serona de acogida, sin saber leer y escribir, sirvíó, trabajó, enviudó y sacó adelante a sus tres hijos con un carácter y una fuerza dignas de la época y que seguro algo habré heredado.
Fue una abuela especial, muy dada a organizar y dirigirlo todo. Su debilidad eran sus 6 nietos y siempre me quedaré con la igualdad con la que intentaba tratarnos a todos.
Me gustaba ir a verla cuando estaba sola, sin prisas, porque era entonces cuando más sacaba de ella. Me preguntaba, se interesaba, le gustaba saber como seguía todo, sus vecinas (que ahora son las mías), mi trabajo, la situación de MªÁngeles,…todo. Ella hablaba durante el 70% de la conversación y yo solo durante el 30% restante, así era feliz y por eso yo, fomentaba que así fuera.
Ella lo dio todo por nosotros y por eso la despedimos como ella hubiera querido, todos juntos, como una piña.
De sus anécdotas he sacado muchas lecciones pero me voy a quedar con su forma de afrontar las circunstancias adversas, y de luchar por lo que uno quiere, haciendo referencia al fragmento de un libro: “cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad que respiraste el día que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aun. Quédate quieto, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve”.